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lunes, 28 de abril de 2008

El clima, cultura organizacional y la estrategia

Por
MBA Pilar Castro Chávarry
Profesora del Instituto de Negocios Internacionales
Universidad ESAN

Durante muchos años, hablar de clima y cultura organizacional se limitaba a un enfoque abstracto de la administración de la organización, muchas veces vinculada con la adecuada estructuración de un ambiente favorable para trabajar, que garantice que el personal pueda dar lo mejor de sí. Sin embargo, este tipo de enunciado era planteado como una aspiración benevolente de preocupación por el trabajador, que no necesariamente era genuino, y que, por lo general, no estaba vinculada con la estrategia de la organización.

En este sentido era frecuente, y aún lo es hoy en día, ver en las declaraciones de Misión y Visión de las organizaciones indicar que “el personal es nuestro principal activo” o que “nuestro personal es lo más importante para nosotros”; sin embargo, salvo honrosas excepciones, esta declaración no deja de ser eso, solo una declaración, que en la práctica se encuentra desvinculada con la realidad.

¿Qué significa decir que “el personal es lo más importante”? Esto implica muchas aristas de análisis, ya que no solo se trata del trabajador como ser humano que aporta valor a la organización, sino también el entorno que permite que este ser humano pueda aportar efectivamente dicho valor. Respecto al trabajador como ser humano, su adecuada selección y capacitación contribuye a contar con el factor humano que aporta conocimiento, experiencia y habilidad para desempeñar eficientemente un trabajo. La importancia de contar con los mejores trabajadores en la organización ha redundado en mecanismos diversos de selección y de capacitación de personal que han sido implementados por los encargados de recursos humanos; y es tal su importancia, que en los últimos tiempos, ya no se considera al personal un recurso humano (lo que lo ponía en mismo pie de igualdad con los recursos financieros, o recursos materiales, etc.), sino que pasó a ser considerado “capital humano”, y recientemente más valorizado aún, a ser considerado “talento humano”.

Pero el valor intrínseco de la persona no lo es todo, si bien aporta muchísimo, es evidente que el entorno que le ofrece la organización también le permite potenciar su aporte. Esto se pone de manifiesto en la “Fórmula de Lewis”[1] que sostiene que es la interacción de las cualidades personales con las condiciones del entorno la que determina la calidad del comportamiento del trabajador dentro de la organización, lo que da origen a una Cultura Organizacional en particular para cada organización y se evidencia en lo que los propios trabajadores perciben de su entorno a través de lo que se conoce como Clima Organizacional. Siendo así, entonces no solo es importante contar con el personal más adecuado para los objetivos de una organización, sino también considerar el entorno laboral que logrará concretar las mejores potencialidades del talento humano para que la organización alcance sus objetivos.

Hablar de alcanzar los objetivos empresariales ya implica referirse a la estrategia de la organización. Pero entonces ¿qué tiene que ver el Clima y la Cultura Organizacional con la estrategia de la organización?.... ¡Mucho!, sin embargo, esta vinculación no es aún muy conciente en los últimos tiempos, tal vez porque es difícil tangibilizar o dimensionar o gestionar aspectos abstractos e intangibles, o tal vez porque por muchos años se ha dado mayor relevancia a los activos tangibles de las organizaciones, como son los recursos financieros, maquinarias, procesos, insumos, materias primas, etc. En todo caso, se suele hablar de clima organizacional y cultura como temas abstractos, y es muy reciente el cada vez mayor reconocimiento de su importante aporte en el éxito de la ejecución de la estrategia de una organización.

En este sentido, es destacable el aporte de Kaplan y Norton[2], quienes sostienen que la organización logrará crear valor en la medida que no solo tenga una buena estrategia, sino que pueda ejecutarla con éxito, para lo cual es indispensable que los activos intangibles, dentro de ellos la Cultura Organizacional, se encuentren coordinados con la estrategia. Por lo general muchos objetivos estratégicos de las organizaciones implican la implementación de iniciativas y proyectos que requieren nuevas actitudes y comportamientos de los miembros de la organización, esto implica trabajar directamente en la cultura existente a fin de conocerla a profundidad y de establecer acciones para lograr que las creencias, formas de pensar, expectativas, valores, actitudes y comportamientos compartidos por todos los miembros de la organización se oriente al objetivo estratégico común.

El valor estratégico de contar con una cultura organizacional sólida y fuerte es muy alto, debido a que es muy difícil de imitar por cualquier competidor, es propia y única de cada organización, y además evoluciona constantemente en el tiempo. Sobre la base de la cultura organizacional se establece el clima organizacional que es la percepción compartida de los individuos respecto de las políticas, prácticas y procedimientos organizacionales, tanto formales como informales, que conducen a tener una visión común de los objetivos estratégicos de la organización, y de la forma de alcanzarlos (Kaplan y Norton, 2004).

El desafío para las organizaciones constituye en lograr generar y consolidar una Cultura y Clima Organizacional que permita que las personas que las conforman se encuentren claramente concientes y hayan interiorizado adecuadamente la misión, visión y valores esenciales necesarios para llevar a cabo con éxito la estrategia de la organización. Para lograrlo es necesario conocer la Cultura y Clima Organizacional a profundidad, para poder establecer mecanismos que permitan gestionarla de tal forma que brinde el adecuado soporte al logro de los objetivos estratégicos de la organización. Aún tratándose de conceptos abstractos, su comprensión y medición es posible y necesaria, y de esta manera lograr que este importante activo intangible contribuya efectivamente a la creación de valor.



[1] Brunet, 1987, El clima de trabajo en las organizaciones. Definición, diagnóstico y consecuencias.

[2] Kaplan R. y Norton D. (2004). Strategy Maps. Converting intangible assets into tangible outcomes.

lunes, 21 de abril de 2008

APEC: Perspectivas y Oportunidades

Por María Rosa Morán Macedo
Profesora del Instituto de Negocios Internacionales
Universidad ESAN

Este año, con más insistencia que nunca, venimos escuchando que por su situación geopolítica privilegiada, el Perú puede constituirse en una plataforma estratégica para el comercio sudamericano con Asia. Asimismo, se discute las expectativas de abrir nuevos mercados en esta región y firmar nuevos acuerdos comerciales con la mayoría de las 21 economías miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

Sin embargo, ¿qué es el APEC y por qué es tan importante para el Perú?
El APEC, tiene como tareas fundamentales la promoción de la apertura comercial y la cooperación económica en la Cuenca del Pacífico. En este sentido, el principio de regionalismo abierto, sobre el cual se definen los acuerdos de intercambio comercial y financiero, se convierte en una plataforma para intensificar las relaciones económicas más allá de la región. La importancia económica de APEC, y su influencia sobre el resto del mundo, se aprecia en todos los indicadores económicos básicos.

Si bien es cierto que el concepto de globalización no es nuevo, éste ha sido retomado con mayor énfasis en los países en desarrollo como premisa especifica para lograr el crecimiento económico y erradicar la pobreza. En este sentido, y en concordancia con los objetivos del APEC de promover el crecimiento económico sostenible, desarrollar y fortalecer el sistema multilateral de comercio, e incrementar la interdependencia y la prosperidad de las economías miembro, el Foro prevé la estrecha interrelación y cooperación entre sus economías.

A nivel mundial, la importancia de APEC es significativa. Sus miembros representan el 60% del PBI y el 50% del comercio mundial. APEC es la región económicamente más dinámica del mundo. Además, éstos concentran alrededor del 50% de la población mundial. Así mismo, la Cuenca del Pacífico es la región para la cual se proyecta el mayor crecimiento económico en este milenio.

APEC para el Perú
En los últimos años el comercio internacional del Perú con los países que forman parte del APEC se ha intensificado, multiplicándose casi por tres veces del año 2000 al 2006 (aumentaron en 270% al pasar de US$3,709.3 a US$13,635.5 millones). Nuestro principal socio comercial es Estados Unidos, el intercambio comercial con este país se ha duplicado entre los años 2000 y 2006 abarcando el 40% de nuestro comercio internacional. También es importante el intercambio con China, Chile, Japón, Canadá, Corea del Sur y México.[1] Este bloque no sólo reúne a dos de los países más desarrollados en el mundo, EE.UU. y Japón, sino que incluye los más grandes mercados para las exportaciones del Perú.

Es importante recordar que adicionalmente a las reuniones de jefes de Estado y funcionarios de alto nivel, el APEC también contempla reuniones de empresarios. Es sintomático que este año, el tema principal de la reunión del Consejo Empresarial (ABAC - APEC Business Advisory Council) es “Mind the Gap: making globalization an opportunity for all” (Ojo con la brecha: hagamos de la globalización una oportunidad para todos), tema de especial relevancia para nuestro país, pues apunta a cerrar las brechas no solo entre las economías del APEC, sino también al interior de las mismas, acabando con la exclusión social. [2]

Las PYMES Peruanas
APEC significa mercados que se comprometen a ser cada vez más liberalizados, con menores aranceles y menores barreras al comercio. Es decir, una oportunidad pero también mayor competencia entre productos nacionales e importados. La competitividad en materia comercial pasa por reducción de los costos de transacción, la especialización productiva y el creciente interés por parte de los consumidores en temas de calidad y responsabilidad social.

En este contexto, se hace más evidente la creciente dificultad de las PYMES para competir en los mercados. Sobre este último tema, existen problemas de información, limitación tecnológica, falta de acceso al financiamiento, escasa articulación y limitadas capacidades gerenciales y operativas, entre otros. Otra desventaja que afrontan las PYMES en el proceso de apertura comercial está relacionada a los costos de distribución, producción y promoción, ocasionados por el escaso poder de negociación.

La presencia de las PYMES en el mercado interno peruano contrasta con su participación en las exportaciones (menos del 2% del total)[3], en parte debido a que carecen de la escala y las capacidades necesarias para exportar, por este motivo se debe crear conciencia de que justamente son éstas unidades económicas, las que deben preparase a fin de maximizar los benéficos de la apertura comercial y minimizar sus posibles riesgos; y es a través de las PYMES que se deben canalizar las medidas concretas para lograr cerrar “las brechas”.

Reenfoque de la Agenda Peruana
No hay duda, APEC es una plataforma para impulsar acuerdos de relaciones económicas con esa región a fin de conseguir que nuestro país se convierta en un socio estratégico del Asia y Oceanía dentro de América Latina. Ejemplos de ello son las negociaciones para los TLCs con EE.UU., Singapur, Tailandia, Chile, Canadá y China, así como los Estudios Conjuntos de Factibilidad con Corea.

El Perú está frente a una gran oportunidad, con un escenario extremadamente positivo en relación a su historia reciente por lo que es necesario llegar a un esfuerzo acumulado del sector privado y el Estado que emprenda importantes tareas en los próximos años, a fin de concretar los beneficios que ofrece ser el único país andino miembro del APEC.

Pero sobre todo, el país en su conjunto debe tener clara su estrategia nacional para combatir las “brechas”… lo que sólo se podrá lograr, construyendo las condiciones para que las PYMES efectivamente alcancen competitividad internacional.
[1] Fuente: MINCETUR
[2] Fuente: COMEX, Revista Negocios Internacionales.1 “Mind the Gap” es una frase muy conocida entre los angloparlantes, en lugares como Londres o Singapur, pues se suele usar en las estaciones de trenes subterráneos para prevenir al usuario de la “brecha” entre la plataforma y el tren, al subir al mismo.
[3] Fuente: MINCETUR. En el 2005, el número de PYME exportadoras peruanas fue de 3,990, es decir, el 67% del total de exportadores peruanos o el 1.84% del valor total exportado (US$ 315 millones).

lunes, 14 de abril de 2008

¿Carrera profesional o carrera de vida?

Por Dr. Adm. Enrique Louffat
Profesor del Instituto de Negocios Internacionales
Universidad ESAN

A menudo cuando escuchamos el término de “carreras” solemos inmediatamente relacionarlo únicamente a nuestro desarrollo profesional o laboral y su correlación con el nivel de éxito obtenido o imaginado que se desea obtener en un futuro inmediato o mediato. Sin embargo dicho termino necesita ser mejor comprendido y sobretodo valorado, de acuerdo a la relevancia e importancia que tiene para el desarrollo de vida de la persona.

En principio el término de carrera podría ser definido como “el proceso administrativo aplicado de forma técnica e integrada al desarrollo profesional/ocupacional del recurso humano, sea a nivel personal u organizacional en las diversas etapas de la vida laboral”. Traduciendo el concepto podríamos decir que nuestras carreras se desarrollan por medio de la aplicación de elementos de planeación, organización, dirección y control, a través de etapas o ciclos de vida, como son las etapas de iniciación, donde recién estamos ingresando al mercado laboral formal, formando parte de una PEA; etapa de crecimiento, donde se comienza a evolucionar e integrar y progresar técnica y socialmente dentro del centro laboral; etapa de madurez, cuando se llega a obtener reconocimiento y prestigio producto de la experiencia y efectividad reconocida; y la etapa de declinio, donde se comienza a preparar una honrosa retirada después de todo el aporte realizado a lo largo de las etapas anteriores.

En cada una de esas etapas, el desarrollo de la carrera recibe la influencia de fuerzas positiva o fuerzas negativa de tres dimensiones que la afectan: la dimensión profesional, relacionada con la evolución educativa desde niveles colegiales a niveles de estudios técnicos o de profesiones y también relacionada a la evolución jerárquica en puestos/cargos laborales; la dimensión familiar, relacionada con los diversos papeles que cumple la persona a lo largo de su vida: como hijo, como hermano, como primo, como nieto, esposo, como cuñado, como padre, como suegro, como abuelo y etc. y la dimensión biosocial relacionada con el ciclo de vida mismo del ser humano – nacer, crecer, desarrollarse y morir- donde las manifestaciones de salud biológica y salud mental se manifiestan intrínsecamente a la evolución de la persona.

El poder administrar la carrera implica que cada uno puede conseguir darle un sentido lógico, coherente e integrado a lo largo de cada una de esas etapas y en cada una de las dimensiones anotadas, para lo cual es preciso plantear concientemente aspectos centrales para poder orientar nuestra carrera de vida, como son: el establecer nuestra propia misión y visón como seres humanos, plantear nuestros objetivos de carrera factibles, reales, coherentes; analizar nuestras fortalezas y debilidades relacionadas con nuestra competencias e incompetencias; analizar el entorno del mercado laboral con sus amenazas y oportunidades y posteriormente seleccionar e implementar estrategias que nos permitan lograr una eficaz y eficiente carrera de vida.

Es necesario anotar también que la aplicación de una administración de carrera no se circunscribe solamente a relaciones de dependencia laboral, es decir formar parte como asalariado de una institución sino también es de aplicación a quienes desarrollan su carrera de forma independiente sea como empresario, consultor u otras modalidades.